Esta ciudad, llena de claroscuros, repleta de viajes infrarrojos, de tardes grises y de amaneceres tristes, cada incursión se convierte en un viaje surrealista muy parecido a un sueño con metalenguajes descritos en colores... caminar por aquí pinta plomo, a veces celeste, naranja o quizás me pinte pasado en sepia o presente en movimientos de colores distorsionados y ruidos enmudecidos. Viajar por Lima es siempre un acercamiento a lo etéreo de lo real, a lo efímero de lo eterno y a la fabricación de una verdad sin palabras, una verdad de colores a la orilla del mar, una verdad que pinta y decolora, juega y te invade, una Lima ruidosa en su calma y amante de la locura más elocuente esculpida en cada calle.
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